
Desde Alausi, nos encaminamos a Cuenca, llegamos ya casi de noche, cansadas por el viaje pero encantadas por los paisajes que recorrimos, donde la bruma a veces nos hacia guiños y nos ocultaba parate de las montañas verdes, cultivadas y llenas de gentes con sus llamativos colores y sombreros con plumas de pavo real.
La ciudad, de agradable que es, invita a tomarse el tiempo como un paseo entre iglesias y casas con balconadas de madera. La Semana Santa se vive como un hervidero de paseantes que recorren iglesias, mientras en sus alrededores miles de puestos de feria venden empanadas, algodon dulce, manzan

as de blancanieves, helados de merengue, chifles y globos de colores, ....
Atisbamos entre sus calles, fugazmente, mientras pensabamos en el día siguiente en el que nos acercariamos a Ingapirca, las mejores ruinas incas del país. A la carrera como parece que suele ser nuestra tonica, llegamos con el corazón en la boca justo para encararmarnos en el bus, lleno de guiris felices, armados con guías y sonrisas. Tres horas nos demoramos en llegar al yacimiento con parada intermedia para arreglar a martillazos los bajos de un bus que traqueteaba como viejito reumático.
Ingapirca se encuentra en un valle elevado que, salvo por las llamas, p

odría haber sido cualquier monte de Cantabria. Quedan restos del templo del sol, de las casas de los nobles y vestigios de como los incas colocaron justo encima de los cañaris su cultura, mestizándose y fundiéndose. El sol y la luna, calendarios agricolas, kanchas??? (vendra de esta palabra inca, nuestros campos de juego, Alex te necesito, una busqueda en encarta para solucionar este misterio), redondo vs cuadrado, cantos rodados y piedras labradas, ... intentar imaginar como sería ese lugar cuando el Inca recorría su imperio, llegando desde el Cuzco, imaginando los campos de quinua, de maíz, de papas, .... Coincidimos con un madrileño vallekano, hablador y dicharachero, que anotaba palabras de frutas, de comidas, de vocablos, con la sorpresa del que llega a este bello país, y me despertaba la sonrisa de mis propios descubrimientos cuando llegue aqui por primera vez.
Que tan lejosTania llego el jueves, y desde entonces las coincidencias con la película (a los hispánicos os la recomiendo, Que tal lejos, un viaje Quito-Cuenca con una quiteña

y una catalana, estereotipos y simpatías aseguradas!!!), recordar escenas, puentes y cenizas, ...y terminar, por casualidad cenando en el mismo lugar donde se celebra la boda cuencana, muertas de la risa con una tapas españolas?????. Y ayer mismo, subir al Mirador de Turi, y reconocer en un puente (llevaría por fin las cenizas) al Jesús de la peli, con la misma chompa, y con nuestro asombro de turistas felices muertas de la risa.
Se incorpora Gina, ya somos un auténtico matriarcado recorriendo estas calles.
Nota gastronomica, Fanesca, comida tipica de semana santa, potaje de 7 granos y pescado seco-salado, que es capaz de tumbar al mas pintado, cuchara y vigilia, co

mparaciones con nuestro potaje de semana santa, coincidencias religiosas, ...y sin dejar de pensar que a mi padre le habría encantado ese plato, espeso, tremendo, de cuchara como decia él, caliente, para entibiar manos y pies.
Noche de farra, con Ramón, al que pillamos por casualidad en la ciudad, salsa, cumbia, y aderezo de risas. Recuerdos de Galapagos y la ternura de coincidir en otro lugar, con las mismas canciones, y algo mas de abrigo encima!!!
Ando retrasando mi regreso, perezosa de volver a España, sabiendo que parte de mi piel se ha quedado aquí, y soñando ya despierta como regresar.
Mil besos de candongas, de fanesca, de campanarios, de patios y cantadito cuencano
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